sábado, 3 de febrero de 2018




LA HISTORIA FUERA DEL AULA.

Por Joan Santacana



El autor con un grupo de escolares de primaria  en la década de los  años ochenta del siglo pasado, en la Ciudadela Iberica de Calafell, entes de su reconstrucción. 

Historia dentro y fuera de las aulas
La mayor parte de las historias se desarrollan realmente fuera de las aulas; en las aulas tan solo se intenta reproducirlas, comprenderlas o explicarlas. Y es evidente que hay muchas formas de contar la Historia. Sin embargo, si quisiéramos hacer una división simple de estas formas, diríamos que hay  una historia académica, que se estudia en las aulas y otra  que no lo es tanto y que, en realidad se aprende fuera de las aulas; estas dos formulas para relatar el pasado se suelen asociar a diversos grados de rigor científico en el relato: se da por supuesto que la historia académica es la historia rigurosa, la que emana de la investigación, la que se asocia al conocimiento, mientras que las otras formas de relatar la Historia se asocian al ocio, al entretenimiento, al puro placer intelectual; en el fondo se trata de una historia para diletantes pensada  para el consumo; en todo caso siempre se da por supuesto que la primera historia es la “verdadera”, mientras que la segunda, al ser menos rigurosa, contiene una buena proporción de mitos.

La historia la conocemos a través de productos culturales
La historia que se genera en las aulas, en especial en las aulas de la enseñanza reglada, en las etapas de la educación obligatoria se transmite fundamentalmente mediante manuales, libros de texto o similares. Se genera en las editoriales o bien en los seminarios de determinados centros educativos. También en las universidades se genera este tipo de historia. Afecta ciertamente a menos numero de personas; es leída y consumida de forma endogámica por por propios autores e investigadores que la producen y es volcada en todo tipo de soportes académicos, desde materiales on line, a apuntes, libros de texto o revistas especializadas. En todo caso, las formulas mediante las cuales llega esta historia a los usuarios,  pasan siempre por las industrias culturales (editoriales,  plataformas digitales, revistas especializadas, etc)

La historia que no se  genera en las aulas, ¿dónde se genera? Sabemos que es la de los  mas media; es la que se visualiza en las producciones cinematográficas, en los series y reportajes de las televisiones, en los denominados “canales de Historia”, en la literatura, a través de los subgéneros de la novela histórica” y también en presentaciones de videojuegos y similares. También existe una prensa de divulgación histórica, que se presenta bajo formulas diversas, mas o menos serias, dirigidas a todos los públicos o profesionales del sector. Por lo tanto, la historia que se aprende fuera de las aulas tiene unos orígenes muy diversos que se enlazan con diversas industrias culturales. Consumimos esta historia en muchas ocasiones: oyendo la radio, viendo la televisión, yendo al cine o al teatro, leyendo los suplementos de los periódicos o acudiendo al quiosco a comprar determinadas revistas.
De hecho, estamos rodeados por industrias culturales cuya base es precisamente la Historia. Sin embargo, entre las múltiples fórmulas que existen para generar productos culturales de base histórica, hay uno muy importante que es precisamente el patrimonio arqueológico, histórico, arquitectónico y cultural, tangible e intangible. Y el patrimonio al que estamos haciendo alusión se consume mediante formulas muy vinculadas al turismo cultural. Estos tipos de historia generan también relatos a los que accedemos cada vez que visitamos una ciudad, contenedora de patrimonio, o un monumento o un resto del pasado.  En realidad las ciudades y los pueblos constituyen museos al aire libre que permiten, si se dispone de los instrumentos mentales suficientes para descodificarlas, aprender mucho sobre lo que ocurrió en el pasado. Las ciudades en las cuales nos movemos suelen ser escenarios de la historia, desde la más remota a la más reciente. Si sólo nos centráramos en la historia europea no cabe la menor duda que centros urbanos tales como Atenas, Roma, Florencia, Nápoles, Madrid, Lisboa, Berlín, Paris, Londres o Estambul han sido auténticos escenarios del pasado; y de estos escenarios no quedan ya los actores pero nos restan una buena parte de los decorados. Y estos decorados en forma de edificios, palacios iglesias, plazas, museos y otros elementos patrimoniales, son contenedores de información histórica.
Naturalmente el patrimonio histórico no se reduce a los monumentos urbanos, a pesar de su gran importancia, sino que existe un patrimonio fuera de ellas que es igualmente muy significativo. Estos escenario son los campos de batalla que van desde la costa de Alalia a la batalla del Maret, en Túnez; ahí está Calatañazor, los Arapiles, Waterloo, y otras muchas. Estos escenarios sangrientos son también patrimonio y en ocasiones los visitamos para comprender qué ocurrió; y que decir toda la arqueología industrial que nos remite a estas sociedades de finales del siglo XVIII, cuando Europa se transformó en la fábrica del Mundo. ¿Cómo comprender este pasado sin contemplar los restos de las chimeneas, de los barrios obreros, de las  naves industriales, de las máquinas de tres o de los buques a vapor?
Este patrimonio es un libro abierto a la historia que tiene muchas lecturas; puede leerse en muchas claves: e clave emotiva, cuando evoca sucesos que afectan a nuestro mundo de emociones y sentimientos; en clave lúdica, cuando las utilizamos como escenario para nuestro ocio; en clave científica, cuando las analizamos buscando información para comprender que ocurrió o porque ocurrió[1].

Sin embargo, la historia de que se enseña o que se puede aprender mediante el patrimonio suele ser una historia que utiliza canales muy diferentes de los de la historia académica; también en este caso existe una industria cultural detrás, pero en muchísimas ocasiones es una industria de turismo cultural.

Aburrimiento e historia académica
No vamos a discutir aquí sobre la historia académica, la de las aulas. Solo apuntar  que, hoy, en general, la historia académica, la que impartimos en las aulas, genera aburrimiento entre los estudiantes, pero no porque la historia sea aburrida; como decía Moreno Freginals, “la historia es la vida ¿Cómo puede ser aburrida la Vida? ¡Los aburridos somos los historiadores!” O los profesores de Historia… La historia académica tiene un formato muy concreto: sus contenidos, a menudo fuertemente influidos por las realidades políticas del presente –no podría ser de otra forma- o por los objetivos de un determinado gabinete de gobierno, constituyen un listado de conceptos mas o menos útiles a algún segmento social. El control de esta historia académica, la que se enseña, siempre ha sido un objetivo de cualquier tipo de poder político, y habitualmente lo consiguen de forma parcial. Nada hay mas vulnerable a la presión política que los enseñantes, cuyo sueldo en nuestras latitudes, esta estrechamente vinculado con el poder público, ya sea la escuela estatal, concertada o religiosa.
Esta historia es la se cuece en la codina de los historiadores; ellos, los profesionales de la ciencia, en sus despachos, cual magos del pasado, mezclan sus conceptos; intercalan entre los hechos históricos sus hipótesis, colocan sus supuestas fuentes en forma de documentos y el resultado es un condimento predigerido, que intenta transmitir la versión mas o menos académica y oficial de lo que ocurrió. Esta historia, presente en los manuales es la que otros profesionales, con sentido crítico o sin el, van a volcar en las mentes de los alumnos. Y ello ha sido así desde hace décadas, siglos. Ya Altamira se quejaba de esto con frases muy parecidas a las que hemos escrito en el párrafo anterior.¿Que le queda al estudiante por hacer? El estudiante, en cualquier edad, tiene que hacer el esfuerzo de comprender esas abstracciones bañadas en ideología; comprender quiere decir simplemente  racionalizar que cada hecho tiene alguna consecuencia y que de forma ordenada unos hechos suceden a los otras. No puede meterse en la piel de los autores de los hechos: ¿cómo meterse en la piel de aquellos que emigraban a América en el siglo XIX?¿Que saben ellos de sus angustias?¿Como comprender la mezcla de odio y de esperanza que les empujaba? O bien, ¿Cómo meterse en la mente de un señor de vasallos en cualquier época del pasado? Ello significaría aprender que la crueldad era necesaria, que el sufrimiento era algo bueno, que la muerte podía incluso ser deseada. El precocinado de la historia académica no puede introducir todo esto; no es el formato adecuado y además ¡no hay tiempo!.
Por otra parte, ya que mencionamos el tiempo, nuestros jóvenes, niñas y niños, no lo tienen fácil para descodificar el tiempo. El tiempo es un concepto complejo, que se aprende a manejar con la edad, ya que una cosa es la cronología y la otra es el concepto de tiempo. Incapacitados para conceptualizar el tiempo, solo les queda el recurso de la memoria, recurso importe a su edad, pero a menudo inútil ya que detrás de la memoria no existe el concepto.
Esta historia no ha insistido en enseñarle a manejar las herramientas; ha considerado  que éstas herramientas son cosa de os historiadores y que ellos, jóvenes aprendices de ciudadanos, no necesitaban estas herramientas, reservadas para el Olimpo de la Historia, para las cátedras y las titularidades universitarias. ¿Para que enseñarles que la historiador necesita formular hipótesis sobre os hechos? ¡Ellos ya les han proporcionado la hipótesis! ¿Para que enseñar el uso critico de las fuentes? ¡Ellos ya les han seleccionado cuidadosamente algunas fuentes! ¿Para que aprender a interrogar sobre causas y consecuencias de los hechos? ¡En sus manuales ya hay alusiones  a las causas “verdaderas” de los hechos!  Por otra parte, ¿para que enseñar a través de las fuentes materiales? ¡Lo importante es el trasfondo ideológico que ellos quieren transmitir!
Si la materia que enseñaran fuera física, química o ciencias naturales, se verían obligados a enseñar el método de análisis. Pero, ¡enseña historia! No pueden ni quieren hacer historiadores. ¡No hay tiempo para ello en la escuela reglada! Por lo tanto, esta historia no hace concesiones al método.
Naturalmente esta historia académica esta concebida como un relato ordenado, coherente, simplificado y comúnmente aceptado del pasado. Pero no incide sobre ningún interés del adolescente ni, por supuesto del niño o niña. Si fuese un relato en forma de cuento, tendría su público infantil. Si fuere un relato que diera pie a investigaciones, al análisis critico, puede que interesara a otro segmento del usuario juvenil. Pero no es este el caso. Por otra parte esta historia académica parte de los intereses de la sociedad adulta que la escribió; ¡no hay margen para el interés del adolescente! Responde a preguntas y cuestiones que ellos no formularon y que, por lo tanto, no saben si les puede interesar. ¿A quien le interesa una respuesta a preguntas que no formuló? Por todo ello, no ha de sorprender que esta historia conduzca a situaciones de aburrimiento. Ni incide sobre las necesidades de los destinatarios ni les concede el placer que determinadas disciplinas proporcionan con el descubrimiento. No interesa.  Es aburrida y, frecuentemente inútil. No goza  de popularidad entre lso adolescentes cuyos focos de interés están a menudo muy lejos.


La historia de consumo fuera de las aulas
Frente a esta historia que se imparte en las aulas hay la otra. Su situación es diferente. Esta otra historia, la que esta fuera, tampoco se ha generado para niñas y niños ni para adolescentes. La industria cultural la genera para un público adulto, pero no desprecia el publico infantil ni juvenil; son consumidores ávidos en nuestras sociedades.  En todo caso la historia que se consume fuera del aula, podemos afirmar que está más de moda; el cine fabrica mucho género histórico o pseudo histórico; ¿Cuántas películas se exhiben hoy en las carteleras europeas que están relacionadas con el pasado? ¿Cuántas novelas históricas se exponen en nuestras librerías hoy y que tienen altos índices de venta?; ¿cuantas personas preparan sus maletas o han partido de vacaciones y van a consumir productos históricos en forma de monumentos, museos, parques arqueológicos, etc.? Se trata de una historia concebida como producto de consumo, popular, y ligera. No se dirige a un público cautivo como el de las aulas; si dirige a usuarios que la eligen cómo ocio.
Por lo tanto, la historia que se muestra fuera del aula, está en la calle… A nosotros, profesionales del mundo de la cultura en alguna de sus facetas, se nos invita a reflexionar sobre esta historia que está en la calle y que, al parecer, sustituye cada vez más a la Historia académica.

La historia académica está en desventaja frente a esta historia fuera del aula:
Observemos…
-       Mientras la historia académica es impuesta a los escolares  la historia fuera del aula ocupa espacios de ocio y es transversal a niños, jóvenes y adultos-
-       Mientras la historia académica hay que trabajarla, disponer de un esquema cronológico y tener conocimientos previos, la historia fuera del aula no tiene pre-requisitos.
-       Mientras la historia académica tiene que penetrar la mente mediante un proceso analítico, la historia fuera del aula nos penetra la mente por vías que utilizan a menudo las emociones,  las imágenes y los sonidos…
-       Mientras la historia academia aburre, la otra divierte
-       Mientras la historia académica dispone de instrumentos arcaicos (tiza, palabra…) la otra historia dispone de instrumentos muy variados que van desde la realidad virtual al video-juego.
-       Mientras la Historia académica presenta una gama limitada de fuentes primarias, la historia fuera del aula suele disponer de una gran variedad de fuentes, que se hallan en los museos y en los entes patrimoniales.
-       Mientras ha historia académica se imparte en un aula o espacio cerrado, la otra historia tiene escenarios muy diversos.
En el fondo este el viejo tema del aprendizaje formal frente a los aprendizajes informales. Con sus ventajas y sus problemas que nos proponemos analizar.
La mayor parte de las personas saben la historia aprendida fuera del aula
Por todo ello, los conocimientos históricos de una buena parte de los ciudadanos son más el resultado de la acción de los aprendizajes informales que del aprendizaje formal- Por ello es justo y necesario que nos interroguemos sobre qué se aprende – no qué se enseña o pretende enseñar- desde los centros patrimoniales o bien  qué historia enseña el cine o la televisión.
En realidad los aprendizajes fuera del aula no se pueden esquematizar bajo un único modelo de aprendizaje. Hay novelas históricas de gran rigor frente a otras que son auténticos monumentos de ignorancia. Hay producciones televisivas que son el resultado de investigaciones largas, serias y profundas frente a análisis muy deficientes del pasado; y también hay producciones cinematográficas cuya profundidad y reconstrucción del pasado es muy rigurosa y otras  cuyos escenarios de cartón piedra es simplemente ridículo. Es por ello que necesitamos sectorializar el análisis de estos productos históricos.
Tomemos por ejemplo las producciones audiovisuales, y de ellas el cine. Es evidente que una película es una producción cara, que requiere enormes capitales. Ello supone que las producciones cinematográficas o bien suelen tener detrás institutos oficiales de cinematografía, que responde a los intereses de los respectivos poderes públicos que los financian, o bien tienen una industria potente que tampoco esta exenta de ligámenes con poderes económicos o ideologías políticas.  Por lo tanto, el cine tampoco es neutral cuando produce productos históricos. Sus producciones responden no tanto a la necesidad de explicar el pasado sino, sobre todo, de desarrollar algún tema que interese a sus espectadores del presente; el cine histórico nunca es una fuente de la historia que narra, sino de la época en la que se produce el film. Por lo tanto, el cine persigue objetivos distintos de los de la enseñanza de la historia; pero ello no implica que algunas producciones cinematográficas muestren imágenes fidedignas y  hasta cierto punto reales de este pasado. Y por ello, son una de las formas mediante las cuales muchísima gente se acerca a la Historia.
Por lo que respecta al patrimonio, en especial el histórico-arqueológico, es evidente que esta  formado por una gran diversidad fuentes primarias. Estas fuentes  constituyen fragmentos del pasado. En ocasiones es lo que resta del mismo; es memoria materializada en piedra, en madera o tela  pintada, en metal o en pergamino. Ni que decir tiene que lo que conservamos del pasado tampoco es “neutral”; conservamos hoy el búnker desde el cual Churchill dirigió la guerra; este espacio es hoy un espacio sacrosanto, dotado de moderna tecnología audiovisual y explica o ayuda a explicar la Segunda Guerra Mundial; sin embargo muy pocos saben donde se halla exactamente el búnker de Hitler en Berlín y no está musealizado; sus elementos fueron repartidos entre lso vencedores como trofeos de guerra y se halan dispersos en infinitas colecciones publicas o privadas-. Lo mismo  ocurre con las ruinas de Roma o de Cartago; hoy un turista puede acceder al Foro romano; puede penetrar en el pequeño edificio del Senado romano o en el templo del Panteón; sin embargo, en las ruinas de Cartago, nadie sabe donde estaba su senado; sus ruinas no conservan el mismo esplendor; el patrimonio no es neutral. Asimismo conocemos mejor las mansiones de las clases altas que las chavolas de las clases bajas; conocemos mejor los templos que las casas gremiales, la literatura de las elites que la de las clases bajas; podeos percibir el esplendor del México colonial, pero tan solo tenemos restos y reconstrucciones virtuales de la ciudad de los Aztecas. Por lo tanto, podemos concluir que el patrimonio no se conserva al azar.
Pero a pesar de ello, la mayoría de las personas que visitan los grandes conjuntos monumentales, adquieren una idea de cómo fue este pasado que las ruinas representan.
Ciertamente los restos del pasado, sean edificios u objetos, a menudo han sido alterados por el tiempo o por la acción humana; ningún barrio gótico de ninguna ciudad del mundo  se conserva tal y como fue en el pasado medieval; ha sido objeto de muchas remodelaciones, intervención conservacionistas, añadidos y modificaciones. Lo que vemos cuando visitamos un espacio histórico es el resultado del paso del tiempo. Sin embargo esta es una forma más real de conocer el pasado que cualquier otra, ya que produce situaciones empáticas, y nos proporciona las dimensiones de los escenarios de este pasado.

Que tipo de historia se puede aprender con el patrimonio
Si bien es cierto que el patrimonio arqueológico constituye un elemento poderoso a través del cual los humanos podemos comprender mejor el pasado, no hay que olvidar sus limitaciones. En efecto, los restos arqueológicos no son fáciles de descodificar para quien desconoce conceptos fundamentales de la disciplina. Cualquier ocupación humana suele comportar sucesivos cambios en las estructuras arqueológicas; cada generación suele modificar las estructuras de sus antepasados inmediatos. El resultado es una superposición de muros, agujeros y restos formando una maraña indescifrable para la mayoría. Además de hallarse en superposiciones caóticas, estos muros o restos suelen estar incompletos y los elementos de materia orgánica han desaparecido total o parcialmente (maderas, pieles, tapices, etc) Por todo ello, a menudo, el patrimonio arqueológico no es un elemento de comprensión del pasado sino todo lo contrario; los usuarios del mismo suelen salir mas confundidos cuando terminan una visita que cuando habían entrado. Estas dificultades no se limitan a este problema; hay otros muchos problemas derivados de las dificultades que tenemos para conceptualizar el espacio. Por todo ello, hay que decir que cuando el patrimonio arqueológico no ha sido preparado a base de intervenciones didácticas, su utilidad es muy discutible. La presentación didáctica del patrimonio ha de incluir algún modelo reconstructivo de los espacios, ya sea a base de la arqueología experimental o bien mediante realidad virtual. Los ejemplos de reconstrucción hoy existentes permiten afirmar que constituyen una de las formulas mas eficaces de  intervenir los yacimientos arqueológicos. Además, este tipo de intervenciones permiten  también conocer los métodos y técnicas utilizados por la moderna arqueología para mostrar cómo es posible conocer los secretos que esconde el subsuelo.   
Al margen de lo que estamos tratado, de la utilidad de los restos arqueológicos para conocer el pasado, hay que decir que para la mayoría de países europeos, el patrimonio arqueológico al que sus ciudadanos tienen mayor y más fácil acceso es el de época romana. Este tipo de patrimonio, muy desigual en cuanto a valor e información, suele ser de grandes dimensiones ya que se trata de restos de murallas, de foros monumentales, de templos, villas urbanas y rústicas, arcos de triunfo y monumentos funerarios junto con algunas obras de ingeniería, tales como acueductos, malecones de puerto, canalizaciones o calzadas. Naturalmente hay muchísimos elementos de la vida cotidiana que conocemos de esta época y cuyos restos estén en museos arqueológicos y similares: se trata de vajilla, elementos de cocina, lampadarios, herramientas, monedas, apliques y elementos de muebles, objetos de adorno personal, piezas de indumentaria, instrumentos musicales, etc. Naturalmente estos elementos nos permiten conocer con cierto detalle formas de vida y elementos tecnológicos del periodo al que nos referimos.

Si abandonamos el patrimonio romano y nos referimos al de época medieval es bien claro que lo que, en principio mas abundan son fortificaciones, ya  fuere murallas de ciudades o bien castillos y fortalezas. De la misma forma hay abundancia de iglesias y catedrales. Se trata de un patrimonio mucho mas importante cuanto mas poderosos fueron lso grupos sociales a los cuales perteneció; tenemos pocos elementos de los campesinos medievales; algunas herramientas, molinos, y algunos pocos restos de indumentaria. Las clases populares de la  edad media no es  fácil conocerlas a través de sus restos; sólo parcialmente podemos acceder a esta información.
Los restos medievales que podemos admirar en nuestros conjuntos monumentales adolecen de falta de rigor en el tratamiento posterior, en su reconstrucción. La mayoría de veces han sido alterados en función de esquemas preconcebidos, de forma que hoy, lo que admiramos no siempre es lo que existió, sino una recreación falsificada en base a las imágenes que en el siglo XIX se fabricaron del medioevo. Por lo tanto, los ciudadanos que visitan conjuntos medievales no suelen tener los problemas propios de la arqueología o las ruinas romanas; su problemática es distinta ya que a menudo el bien patrimonial que se exhibe se ha conservado en uso, pero, ha sido precisamente este uso continuo lo que lo ha alterado hasta modificarlo.
En este sentido, la observación de edificios de época medieval o moderna lo que suele mostrar no es como era o como vivía la gente en el pasado sino la evolución de las ideas arquitectónicas en la restauración de bienes inmuebles desde el siglo XVIII hasta hoy; en ellos vemos como influyó la doctrina de Ruskin o la de Violet-le-Duc. Y pesar de esta realidad, el observador actual se tiene muchos mas elementos para descodificar el pasado viento estos inmuebles que con cualquier texto histórico. La razón de ello es que estos elementos, que además suelen ser emblemáticos de determinados momentos del pasado, actúan en nuestras mentes como inclusotes, es decir, nuclearizan y fijan en torno a ellos todas las ideas asociadas a los  elementos en cuestión y entre estas ideas están los relatos del pasado, la Historia.
Hay otro patrimonio especialmente significativo para el aprendizaje informal de la Historia: nos referimos al patrimonio militar o bélico. Es efecto, este es un patrimonio emergente que merece algunos comentarios.  La Historia, en determinadas concepciones didácticas del pasado “era la narración de la vida de los reyes y de sus batallas”. Si bien esto ya no es así y la historia académica es mucho mas compleja y rigurosa, resulta evidente  que una de las actividades mas frecuentes de la humanidad ha sido la guerra. Las preocupaciones por la defensa, las ambiciones territoriales, las tensiones económicas  o las luchas hegemónicas han conducido a los grupos humanos a numerosos conflictos bélicos. Y la guerra deja huellas en el territorio en forma de recintos fortificados urbanos, líneas de trincheras, búnkers, campos de concentración  y evidencias diversas de las batallas. Todo esto hoy constituye un inmenso patrimonio que nos permite analizar y comprender el pasado. Este patrimonio muestra la guerra en sus escenarios naturales, con las cicatrices que dejó. Es mucho más fácil comprender el pasado viendo estos espacios patrimoniales.
Por lo tanto, el patrimonio, sea del tipo que fuere y pertenezca a la época que fuere es un elemento sumamente eficaz para la comprensión de la historia. Esta eficacia la podríamos resumir en los siguientes puntos:
1.- El patrimonio es lo que nos resta del pasado; es historia materializada, concreta, por lo que resulta más fácil de conceptualizar la historia con él.
2.- El patrimonio es un inclusor de la mente y agrupa alrededor de un edificio o de un resto un conjunto de conceptos que se le relacionan.
3.- El patrimonio material, al ser concreto, tiene ventajas frente al relato abstracto y al ser visual resulta más fácil de retener en la mente.
4.- El patrimonio, al evocar al pasado, actúa a menudo sobre las emociones con lo cual, su efecto sobre la mente es más potente.
5.- El patrimonio es un elemento que normalmente se visita y conoce en contextos lúdico o de ocio y por ello el recuerdo que se obtiene es mas duradero que el aprendizaje en el aula.
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La historia que se aprende desde el sofá de casa
La televisión es sin duda alguna “el medio de comunicación de masas” de la segunda mitad del siglo XX y del siglo XXI. La Historia que se transmite por las cadenas televisivas responde al género de Documentales[2]. Los principales subgéneros del documental son la historia natural, que nos muestra animales en trance de ser cazados, apareándose o en sus recónditos hábitats, los documentales de tipo etnológico, en donde los nativos de piel oscura que practicas “rituales extraños” y los documentales históricos, que son el objeto de nuestro análisis.
Cuando se examina en contenido de este último subgénero documental, se observa que frecuentemente se centran en las dos grandes guerras, en la Alemania nazi, en el Holocausto y la historia del arte.
La historia contemporánea es la más preferida del subgénero  por dos razones: la primera por la existencia de buenas imágenes y la segunda razón es la cercanía del tema para muchas personas; naturalmente el abanico de temas queda limitado por las tendencias de cada país: en España el tema de la España de Franco y la guerra civil ha sido y es una fuente de producciones documentales; en Italia lo ha sido y lo es el fascismo, Musolini y la Mafia; en Rusia la guerra y el comunismo, etc. En los países con amplio desarrollo de sus imperios coloniales, tales como Francia les atrae lo acontecido en su país en el siglo XX, sus guerras coloniales, las historias de la “resistencia” antinazi, En Alemania, la historia reciente es también una fuente inagotable de reportajes.
Es evidente que en todos estos documentales televisivos  de tipo histórico, el acento se suele cargar en la historia y en las preocupaciones nacionales cuando son producciones propias, del país, aun cuando la compra de material para les series B, es la responsable de que una buena parte de los que se exhibe sea historia de las grandes potencias cinematográficas, en especial Norteamérica. Con todo, estos documentales nacionales suelen pasar de puntillas los temas más espinosos del pasado o aquellos que resultan incómodos. No es fácil pasar en Francia documentales  que muestren el alto grado de colaboracionismo de la población con el nazismo en la primera etapa de la guerra. Tampoco la resistencia argelina a la dominación colonial francesa tuvo un buen trato televisivo ni lo tiene todavía hoy; en la Gran Bretaña  los reportajes históricos no suelen tratar los casos espinosos de resistencia colonial, de masacres de poblaciones indígenas; por el contrario el comportamiento y la resistencia de los británicos durante la Segunda Guerra Mundial es uno de los temas estrella.
Hay temas muy populares en este subgénero televisivo y que nada tienen que ver con lo contemporáneo; nos referimos a la historia antigua y la arqueología; se trata de temas rodeados de un cierto halo de mitificación y exotismo, tales como el antiguo Egipto, la China de los Ming, los dinosaurios etc.
Tradicionalmente las grandes series documentales históricas emitidas por las televisiones han tenido un abanderado en la BBC; se trata de series con un gran éxito en la Gran bretaña y que se han exportado a casi todos los países del mundo. La primera  de estas series se inició en 1969 y se tituló Civilisation, presentada por Kenneth Clark, que trataba de la evolución de Occidente utilizando como base el arte. Este serie se convirtió en un autentico prototipo, en donde el presentador era un historiador reconocido. Otra serie importante, que marcó un hito, fue The ascent of Man, producida en 1973 y presentada por un notable intelectual, Jacob Bronowski. La tercera gran serie de esta cadena fue Life of Earth, presentada en 1979, de David Attenborough que alcanzó un éxito sin precedentes y se convirtió en la mas imitada de todas las series documentales. Otras  cadenas comerciales británicas imitaron a la BBC, en especial Tames Televisión, con producciones señeras tales como The World at War (1974). Fue, sin duda uno de los mejores programas de historia, con amplio uso de fuentes primarias, testigos de ambos bandos, críticos e historiadores y con un gran rigor.
Si bien estas series  tuvieron éxito, las producciones televisivas que realmente llegaron al gran publico fueron de otra índole;  se trataba de series mucho mas informales, con un gran despliegue de medios, que tenían como objetivo no tanto el publico especialmente sensible a los “Canales de Historia” sino al televidente medio. La primera de estas producciones fue la norteamericana Holocausto. En algunos países como en Alemania, la serie fue preparada con dossier previos para las escuelas, debates posteriores a la emisión de cada capitulo y  llamadas de espectadores dando su opinión sobre los hechos narrados. Estos productos televisivos fueron muy potentes, y  realmente puede afirmarse que la televisión puso al alcance de las clases medias productos de calidad, que proporcionaban conocimientos básicos sobre historia e iban mas allá de lo que la escuela podía ofrecerles.


[1] Una reflexión sobre este tema puede verse SANTACANA MESTRE, J & HERNANDEZ CARDONA, FX.Museografia crítica. Ed. TREA, Gijón, 2006, pp 177-210
[2] Una buena reflexión sobre los documentales de la televisión es la de  SASSOON, D, Cultura. El patrimonio comun de los europeos. Ed. Critica, Barcelona 2006, pp 1431-1489

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