jueves, 15 de diciembre de 2016

La Didáctica de las Ciencias Sociales en la formación del profesorado de Educación Infantil

Evolución de la comunicación a través de los siglos



La Didáctica de las Ciencias Sociales en la formación del profesorado de Educación Infantil 



 Los fundamentos de la Didáctica de las Ciencias Sociales

Introducción
      En este capítulo nos interesa razonar sobre los fundamentos científicos que sustentan la disciplina teniendo en cuenta que ésta va destinada a la formación de maestros de Infantil. Necesitamos un soporte científico que fundamente y responda a las cuestiones de qué enseñamos, por qué y para qué, es decir que fundamente la práctica docente.
      Reflexionamos sobre las Ciencias Sociales, y su dimensión Didáctica así como las aportaciones que realiza la Psicología del Aprendizaje a la enseñanza de estas Ciencias.
      En una obra sobre la Didáctica de las Ciencias Sociales, resulta conveniente atender al ámbito de conocimiento del área. Los aspectos que nos interesan son el concepto y el problema de la delimitación de las Ciencias Sociales; los medios de actuación de estas Ciencias desde la perspectiva de las contribuciones que realizan las distintas tradiciones epistemológicas, configuradoras de las Ciencias Sociales, al entorno educativo; la interdisciplinariedad de las Ciencias Sociales y su carácter globalizador como marco idóneo para el estudio del medio social. De qué manera deben considerarse las Ciencias Sociales más importantes, la Geografía o la Historia teniendo en cuenta los destinatarios del Proyecto. 
      Pretendemos responder a las siguientes cuestiones: ¿Qué son las Ciencias Sociales? ¿Qué disciplinas las integran? ¿Cuál es su campo de actuación en términos educativos? ¿Qué relación tienen con el estudio del entorno social? ¿Qué aportan la Didáctica y la Psicología del Aprendizaje a la enseñanza del medio social?

 Las Ciencias Sociales. Concepto, objeto de estudio y clasificación
      En términos generales, podemos decir que las Ciencias Sociales son todas aquellas que desde diversos puntos de vista estudian los fenómenos derivados de la acción del hombre como ser social y en su relación con el medio donde vive. Sin embargo no existe en la actualidad un criterio unánime de lo que se considera como Ciencias Sociales.
      En la literatura científica este concepto se ha presentado de forma ambigua, utilizándose el término Ciencias Sociales de forma confusa y equívoca. La falta de consenso entre escuelas, tendencias y autores ha llevado a crear incluso problemas de carácter semántico, refiriéndose a ellas indistintamente con las denominaciones de Ciencias Humanas, Ciencias del Hombre, Ciencias Culturales, además de la de Ciencias Sociales; hablándose también de Ciencia Social (González Hernández, 1980).
      En opinión de Benejam (1993: 342), “Ciencias Sociales son todas las que estudian las actividades del ser humano en sociedad tanto en el pasado como en el presente, y las relaciones e interacciones con el medio y el territorio donde se han desarrollado o desarrollan en la actualidad”. Desde esta consideración, las Ciencias Sociales se presentan como un conjunto de disciplinas que comparten, a nivel genérico, un mismo objeto de estudio y una metodología de análisis semejante, pero que se diferencian, a nivel específico, por el marco teórico y conceptual característico de cada una, de donde cabe concluir que el área de Ciencias Sociales adolece de una fundamentación epistemológica global (Asklepios Cronos, 1991). Desde este punto de vista, las Ciencias Sociales representan un conjunto de tradiciones intelectuales que se fueron configurando y especializando académicamente, en relación con formas de pensamiento general o filosófico, en contacto con otros campos de conocimiento específicos y con el propio devenir de las sociedades.
      Las Ciencias Sociales ofrecen las “diferentes perspectivas que son necesarias para obtener una imagen completa de la conducta humana y de las sociedades humanas” (Browne y colabs., cit. en Gross y otros, 1983: 85).
      Entre las numerosas definiciones acerca de las Ciencias Sociales, quizás la formulada por la National Science Foundation sea una de las más completas: “Las Ciencias Sociales son disciplinas intelectuales que estudian al hombre como ser social por medio del método científico. Es su enfoque hacia el hombre como miembro de la sociedad y sobre los grupos y las sociedades que forma, lo que distingue a las Ciencias Sociales de las ciencias físicas y biológicas” (cit. en Gross y otros, 1983: 86).
      También es posible definir las Ciencias Sociales a partir de perspectivas específicas, considerándolas como el estudio de los sistemas y subsistemas sociales. Así, el sistema social de roles y la conducta asociada a ellos (Sociología), el sistema cultural de pautas, costumbres y normas de conducta (Antropología), el sistema político de control social y asignación del poder (Ciencias Políticas), el sistema económico de producir, distribuir y consumir bienes y servicios (Economía), el sistema histórico del orden temporal y causal de los hechos humanos (Historia), y el ecosistema de los elementos espaciales que los humanos necesitan y utilizan (Geografía) (Gross y otros, 1983).

El conocimiento científico de la realidad social
      El grado de cientifismo de tales saberes constituye un viejo problema. Mientras que la imagen positivista del conocimiento social relaciona su validez con el nivel de acomodación a las ciencias empírico - formales, la tradición hermenéutica insiste en la diferencia radical entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu, de manera que la dicotomía entre saberes “nomotéticos“ e “ideográficos” o entre “explicación” y “comprensión” constituye el eje de un debate recurrente. No obstante, desde una consideración dialéctica y crítica de la ciencia social es posible superar ambas posturas antagónicas, ya que se niega tanto el objetivismo neutralista del positivismo como el idealismo subjetivista de los enfoques fenomenológicos (Cronos/ Asklepios, 1991).
      El conocimiento social es un conocimiento particular con respecto al conocimiento en general, en tanto que la vida social y sus manifestaciones constituyen tan sólo un sector de la realidad total, que, además presenta caracteres muy particulares y frente al cuál el sujeto del conocimiento ocupa una posición muy especial, dado que es un elemento integrante del mismo objeto del conocimiento, lo que conduce a una inevitable confusión entre ambos. Esta circunstancia hace difícil el distanciamiento exigido en la investigación científica, pues el investigador necesariamente adquiere en su vida social una concepción previa de los fenómenos sociales que estudia y en los que vive inmerso, aunque también presenta la ventaja de que la experiencia vivida puede ayudar a la comprensión de lo que se investiga (Sierra, 1984). El conocimiento científico de la realidad social es posible cuando aplicamos el método científico, cuando planteamos problemas de la vida social, anticipamos soluciones y las contrastamos con la realidad mediante la observación, clasificación, análisis y explicación de los fenómenos sociales.
      La objetividad del conocimiento, entendida como la correspondencia entre la realidad conocida y el resultado o producto de ese conocimiento, nunca puede ser total y nunca dispondremos de una medida exacta del grado en que se logra. Sin embargo, debido a que normalmente el conocimiento científico supone un proceso de producción del conocimiento mucho más elaborado y contrastado que otros conocimientos, es lógico que sea también el que puede proporcionar una garantía mayor de ser más objetivo, es decir, proporcionar una visión de la realidad más profunda, completa y estructurada. Lo que debe hacer el científico social es poner de manifiesto manifiesta lo que cree que es la verdad de lo que trabaja para intentar lograr la imparcialidad.
      Las categorías descriptivas y explicativas de las Ciencias Sociales son subjetivas, de manera que estas disciplinas deben trabajar con técnicas de investigación “no objetivas”. En consecuencia, se sostiene que la creación de una ciencia social “objetiva” es una esperanza vana, ya que excluir por principio todo vestigio de interpretación subjetiva y motivadora del estudio de los problemas humanos, equivale a eliminar de dicho estudio la consideración de todo hecho social genuino (Nagel, 1961).
      La exigencia de una “neutralidad valorativa” no significa desprenderse de los propios valores sino que exige atenerse a los hechos y respetarlos, es decir el investigador en ningún caso puede adulterarlos o falsificarlos por el hecho de que le resulten molestos o contrarios a sus convicciones. A la larga este modo de proceder es contraproducente, porque las cosas no dejan de ser como son por mucho que las disfracemos. En esto consiste fundamentalmente la ética de la investigación científica (Sierra, 1984).

La dimensión didáctica de las Ciencias Sociales
      En lo que se refiere a los aspectos didácticos, el hecho de que las Ciencias Sociales constituyan un conjunto de saberes que carecen de una red conceptual jerarquizada universalmente aceptada, que están sometidos a interpretaciones subjetivas y que se apartan de los métodos científicos habitualmente utilizados por las Ciencias Experimentales, no implica que los conocimientos sociales no puedan ser sistematizados empleando categorías comunes que facilitan el proceso de su enseñanza - aprendizaje, de modo que cada una de las disciplinas sociales debe contribuir a la formación de las personas en su dimensión individual y social, favoreciendo su socialización, la identificación crítica con la comunidad a la que pertenece, la tolerancia y el respeto a las diferencias, y la comprensión de la complejidad de las relaciones sociales (Colectivo Aula Sete, 1993). Cuando hablamos de epistemología de las Ciencias Sociales nos referimos al conocimiento científico que las personas poseen sobre “lo social”.
      La expresión “Ciencias Sociales” importada del ámbito anglosajón, no obedece a un conjunto estructurado y unitario de conocimientos, teorías científicas y métodos de indagación, sino a diversas disciplinas autónomas de tradición muy diferente, que cubren un campo muy amplio y de perfil impreciso, y la interrelación de las cuales obedece a su alusión al hombre, a su historia, a su organización social, a su producción y riqueza, a su número y distribución, a sus ideas y creencias artísticas, o a su ocupación y organización del espacio (Capel, Luis y Urteaga, 1984; y Capel y Urteaga, 1986).
      En este sentido las ciencias de la educación constituyen un soporte importante que condiciona, pero nunca subordina, el papel relevante de las distintas disciplinas en los procesos de enseñanza-aprendizaje. En palabras de Hernández (1995: 11): “Los métodos o procedimientos estructurantes a utilizar deber ser los que se derivan de la lógica de las disciplinas referentes. No hay procedimientos pedagógicos en sí. Hay procedimientos o métodos históricos y geográficos que deben desarrollarse en el aula, teniendo en cuenta las aportaciones de la Pedagogía y la Psicología”.
      Por consiguiente, “el intento de reducir las diversas Ciencias Sociales a una única disciplina escolar resulta difícil porque, si bien son ciencias que se plantean problemas comunes, no forman hoy un conjunto ordenado y estructurado de conceptos. Los científicos que trabajan las diversas ramas de las Ciencias Sociales colaboran, a lo sumo, desde la lógica de sus respectivas disciplinas, en la consideración de problemas sobre los que convergen sus intereses. Sin embargo, el hecho de que la empresa resulte difícil no implica que no sea necesario construir un área de Ciencias Sociales, pero hay que ser consciente de que, científicamente, plantea problemas no resueltos y de que los intentos de globalización son una aspiración, una tendencia” (Benejam, 1989: 44).
      Los mismos conceptos de “interdisciplinariedad”, “multidisciplinariedad”, “pluridisciplinariedad” o “transdisciplinariedad, que frecuentemente se manejan en el ámbito de las Ciencias Sociales ya presuponen la existencia de “disciplinas”. Eso no significa, no obstante, que la proyección curricular de las Ciencias Sociales tenga que adoptar necesariamente una estructura disciplinar a ultranza, y tampoco que la geografía o la historia -por citar sólo las disciplinas sociales con mayor tradición en el currículum escolar- corran peligro de disolución o desdibujamiento en una especie de “cajón de sastre”, “magma globalizador” (Valdeón, 1985), “totum revolutum” (López Ontiveros, 1988) o área “amalgamada e indefinida” (Arroyo, 1988).

Las Ciencias Sociales como fundamento de los conocimientos sociales
      Los “estudios sociales” deben constituir un núcleo fundamental de aprendizaje para los niños a lo largo de su período de escolarización infantil y con posterioridad en la primaria y secundaria. El enfoque de cara a la humanidad y a sus problemas, a las instituciones, y la interacción entre los grupos humanos y entre éstos y la naturaleza, les confiere un papel esencial en la formación intelectual de la persona (Gross y otros, 1983).
      En efecto, “la comprensión clara y puntual de los fenómenos sociales ha de ser uno de los objetivos primordiales de la educación. Si queremos contribuir a que existan individuos libres, autónomos y críticos, es muy importante que entiendan la sociedad en la que viven en sus distintos aspectos y su propio papel dentro de ella. Es, pues, enormemente importante que los niños aprendan a entender la sociedad, a ser capaces de analizar los fenómenos sociales y a verlos con una visión crítica” (Delval, 1984: 307-308).
      Ahora bien ¿Cuáles son los propósitos concretos de una educación en estudios sociales? A este respecto, cabe pensar en dos objetivos básicos (Gross y otros, 1983). Por una parte, preparar a los estudiantes para incorporarse plenamente a una sociedad democrática. En este sentido, el programa de Ciencias Sociales deberá capacitar al alumnado para participar activamente en la comunidad a la que pertenece, tanto en cuanto  individuos como en calidad de miembros de un grupo social. Eso significa que sólo en el caso de que la institución escolar procure y fomente experiencias de participación creativa, los alumnos podrán instalarse en la sociedad de forma racional, crítica y consciente, interviniendo acertadamente en la adopción de aquellas decisiones que les correspondan cuando sean personas adultas y maduras (Cárdenas y otros, 1991).
      En relación con lo anterior, la segunda meta de las Ciencias Sociales consiste en ayudar a los alumnos a tomar las decisiones más racionales que les sea posible con respecto a aquellas cuestiones cívicas y sociales que se tomen en consideración. Para eso, el programa de estudios sociales deberá desarrollar en nuestros alumnos la comprensión de datos, conceptos, generalizaciones y metodología de investigación correspondientes a las diversas Ciencias Sociales.
      Pero además los estudios sociales también deberán estar interesados en ayudar a los alumnos y alumnas a adoptar decisiones racionales con respecto a sus propias vidas personales, lo que supone hacer posible que los escolares se identifiquen con un conjunto de valores que les faciliten un correcto encauzamiento de sus experiencias vitales tanto a nivel individual como social.

La Didáctica de las Ciencias Sociales como área de conocimiento emergente
      Los últimos años de la década de los 70 y el comienzo de los 80 señalan la crisis de la tendencia eficiente y tecnológica de la enseñanza. Un conjunto de factores de índole social y política determinan la nueva situación. Así, en los países occidentales comienza a cuestionarse la posibilidad de un “desarrollismo” sin limitaciones, y los problemas ambientales y sociales generados por el progreso agudizan la crisis del papel social de la ciencia.
      En el ámbito didáctico no se disimulan las críticas a los enfoques de investigación estadístico-cuantitativos que respondían a los modelos proceso-producto, resaltándose, en contrapartida, los enfoque holísticos y situacionales, así como la metodología cualitativa y de estudio de casos, a la vez que se comienzan a valorar los significados construidos por el profesorado como una variable mediadora en el proceso de enseñanza - aprendizaje. En este sentido, quizás el cambio más significativo de la década de los 80 fuese la aceptación del conocimiento y pensamiento de los profesores como área legítima de investigación, de tal forma que la denominación genérica de “pensamiento del profesor” hacía referencia a un paradigma de investigación sobre la enseñanza que permite efectuar una aproximación a la interpretación y explicación de la compleja vida que ocurre en las aulas.
      Las aportaciones de la nueva epistemología influyen también de manera determinante en la Didáctica de las Ciencias Sociales. Autores como Kuhn (1962), Toulmin (1972), Feyerabend (1975) y Lakatos (1978) pusieron en evidencia las limitaciones del positivismo, abriendo un debate trascendental acerca de la naturaleza de las teorías científicas y de su carácter relativo y evolutivo, que pone en crisis muchas de las presunciones del movimiento de reforma del currículum.
      Al mismo tiempo, desde la Psicología del aprendizaje emergen nuevos problemas que trascienden al ámbito de la Didáctica de las Ciencias Sociales. La crítica al conductismo abre la posibilidad de una consideración científica del mundo de los significados personales (Ausubel, 1968; Claxton, 1984). Desde la Psicología cognitiva se trata de establecer un programa de investigación que tenga en cuenta las variables internas de los sujetos. Influidos por todo lo anterior y por la evidencia de las considerables dificultades que tienen los estudiantes para comprender determinados conceptos, se ponen en marcha una serie de estudios encaminados a detectar y analizar las concepciones de los alumnos durante el aprendizaje.
      En España, aunque con retraso, también se vive a lo largo de la pasada década un desarrollo importante de la Didáctica de las Ciencias Sociales. Entre las más significativas innovaciones derivadas de la aplicación de la LRU (1983) se sitúa la inclusión de las Didácticas Específicas (una de ellas, la Didáctica de las Ciencias Sociales) entre las nuevas áreas de conocimiento definidas en el Catálogo de Áreas anexo al Real Decreto 1888/1984 (B.O.E. del 26 de octubre). La institucionalización universitaria de esta área facilitó el establecimiento de grupos y líneas de investigación más o menos estables, la edición de revistas relacionadas directa o indirectamente con esta temática y la realización de congresos periódicos en los que va tomando cuerpo una comunidad científica incipiente.
      En esta situación, la Didáctica de las Ciencias Sociales puede ser definida como “la disciplina teórico-práctica que permite al docente encontrar la estrategia y los medios técnicos necesarios para facilitar el aprendizaje de los conceptos científicos que explican la actuación del hombre como ser social y su relación con el medio natural, tanto en el presente como en el pasado” (Martín, 1988: 26). Y en palabras de Pagés (1993: 128):  “La Didáctica de las Ciencias Sociales tiene un conocimiento específico propio que emana de una práctica -la de enseñar a enseñar al profesorado de Geografía, Historia y Ciencias Sociales- y se caracteriza por la existencia de:
a) un cuerpo teórico -los problemas que plantea la enseñanza y el aprendizaje de las disciplinas sociales- constituido por teorías, modelos, principios y conceptos;
b) una investigación propia -aunque escasa- en torno a los problemas de la enseñanza de lo social;
c) una producción literaria variada y
d) una comunidad de personas que reivindican la pertenencia a esta área de conocimiento y a este campo científico y profesional”.
     Pero la Didáctica de las Ciencias Sociales sigue siendo una ciencia joven y además en construcción que, al igual que otras áreas y disciplinas que intervienen en la formación del profesorado, tiene que afrontar el difícil reto de definir y legitimar una base sustantiva de conocimientos que le son propios.
      La Didáctica de las Ciencias Sociales para contribuir a la formación de los maestros, necesita proseguir en la tarea de “...delimitar su ámbito de actuación, definir sus objetivos, establecer sus métodos y, en definitiva, elaborar el saber teórico y práctico sin el cual no se puede hacer un servicio a la educación ni ganarse el respeto de la comunidad científica” (Pagés, 1994: 40).

      En definitiva, la Didáctica de las Ciencias Sociales constituye un área de conocimiento emergente que forma parte de la Didáctica y que se incluye en el campo más amplio de las Ciencias de la Educación. Su ámbito de estudio está constituido por el conjunto de contextos (sistemas) de enseñanza-aprendizaje institucionalizados, en la medida en que manejan información relacionada con los problemas sociales. Esto quiere decir que los temas relevantes para la Didáctica lo son también para la Didáctica de las Ciencias Sociales, y viceversa, pero lo son, en el primero de los casos, desde una perspectiva mucho más concreta: desde la óptica de facilitar que los alumnos describan, comprendan y conceptualicen los sistemas sociales y sus relaciones con el medio natural, y que desarrollen determinadas capacidades, actitudes y comportamientos en relación con lo anterior (Porlán, 1993).

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