La Didáctica de las Ciencias Sociales en
la formación del profesorado de Educación Infantil
Los fundamentos de la Didáctica de las Ciencias Sociales
Introducción
En este capítulo nos interesa razonar sobre
los fundamentos científicos que sustentan la disciplina teniendo en cuenta que
ésta va destinada a la formación de maestros de Infantil. Necesitamos un
soporte científico que fundamente y responda a las cuestiones de qué enseñamos,
por qué y para qué, es decir que fundamente la práctica docente.
Reflexionamos sobre las
Ciencias Sociales, y su dimensión Didáctica así como las aportaciones que
realiza la Psicología del Aprendizaje a la enseñanza de estas Ciencias.
En una obra sobre la
Didáctica de las Ciencias Sociales, resulta conveniente atender al ámbito de
conocimiento del área. Los aspectos que nos interesan son el concepto y el
problema de la delimitación de las Ciencias Sociales; los medios de actuación
de estas Ciencias desde la perspectiva de las contribuciones que realizan las
distintas tradiciones epistemológicas, configuradoras de las Ciencias Sociales,
al entorno educativo; la interdisciplinariedad de las Ciencias Sociales y su
carácter globalizador como marco idóneo para el estudio del medio social. De
qué manera deben considerarse las Ciencias Sociales más importantes, la
Geografía o la Historia teniendo en cuenta los destinatarios del
Proyecto.
Pretendemos responder a
las siguientes cuestiones: ¿Qué son las Ciencias Sociales? ¿Qué disciplinas las
integran? ¿Cuál es su campo de actuación en términos educativos? ¿Qué relación
tienen con el estudio del entorno social? ¿Qué aportan la Didáctica y la
Psicología del Aprendizaje a la enseñanza del medio social?
Las Ciencias Sociales. Concepto, objeto de
estudio y clasificación
En términos generales,
podemos decir que las Ciencias Sociales son todas aquellas que desde diversos
puntos de vista estudian los fenómenos derivados de la acción del hombre como
ser social y en su relación con el medio donde vive. Sin embargo no existe en
la actualidad un criterio unánime de lo que se considera como Ciencias
Sociales.
En la literatura
científica este concepto se ha presentado de forma ambigua, utilizándose el
término Ciencias Sociales de forma confusa y equívoca. La falta de consenso
entre escuelas, tendencias y autores ha llevado a crear incluso problemas de
carácter semántico, refiriéndose a ellas indistintamente con las denominaciones
de Ciencias Humanas, Ciencias del Hombre, Ciencias Culturales, además de la de
Ciencias Sociales; hablándose también de Ciencia Social (González Hernández,
1980).
En opinión de Benejam
(1993: 342), “Ciencias Sociales son todas las que estudian las actividades del
ser humano en sociedad tanto en el pasado como en el presente, y las relaciones
e interacciones con el medio y el territorio donde se han desarrollado o
desarrollan en la actualidad”. Desde esta consideración, las Ciencias Sociales
se presentan como un conjunto de disciplinas que comparten, a nivel genérico,
un mismo objeto de estudio y una metodología de análisis semejante, pero que se
diferencian, a nivel específico, por el marco teórico y conceptual
característico de cada una, de donde cabe concluir que el área de Ciencias
Sociales adolece de una fundamentación epistemológica global (Asklepios Cronos,
1991). Desde este punto de vista, las Ciencias Sociales representan un conjunto
de tradiciones intelectuales que se fueron configurando y especializando
académicamente, en relación con formas de pensamiento general o filosófico, en
contacto con otros campos de conocimiento específicos y con el propio devenir
de las sociedades.
Las Ciencias Sociales
ofrecen las “diferentes perspectivas que son necesarias para obtener una imagen
completa de la conducta humana y de las sociedades humanas” (Browne y colabs.,
cit. en Gross y otros, 1983: 85).
Entre las numerosas
definiciones acerca de las Ciencias Sociales, quizás la formulada por la
National Science Foundation sea una de las más completas: “Las Ciencias
Sociales son disciplinas intelectuales que estudian al hombre como ser social
por medio del método científico. Es su enfoque hacia el hombre como miembro de
la sociedad y sobre los grupos y las sociedades que forma, lo que distingue a
las Ciencias Sociales de las ciencias físicas y biológicas” (cit. en Gross y
otros, 1983: 86).
También es posible
definir las Ciencias Sociales a partir de perspectivas específicas,
considerándolas como el estudio de los sistemas y subsistemas sociales. Así, el
sistema social de roles y la conducta asociada a ellos (Sociología), el sistema
cultural de pautas, costumbres y normas de conducta (Antropología), el sistema
político de control social y asignación del poder (Ciencias Políticas), el
sistema económico de producir, distribuir y consumir bienes y servicios
(Economía), el sistema histórico del orden temporal y causal de los hechos
humanos (Historia), y el ecosistema de los elementos espaciales que los humanos
necesitan y utilizan (Geografía) (Gross y otros, 1983).
El conocimiento
científico de la realidad social
El grado de cientifismo
de tales saberes constituye un viejo problema. Mientras que la imagen
positivista del conocimiento social relaciona su validez con el nivel de
acomodación a las ciencias empírico - formales, la tradición hermenéutica
insiste en la diferencia radical entre las ciencias de la naturaleza y las
ciencias del espíritu, de manera que la dicotomía entre saberes “nomotéticos“ e
“ideográficos” o entre “explicación” y “comprensión” constituye el eje de un
debate recurrente. No obstante, desde una consideración dialéctica y crítica de
la ciencia social es posible superar ambas posturas antagónicas, ya que se
niega tanto el objetivismo neutralista del positivismo como el idealismo
subjetivista de los enfoques fenomenológicos (Cronos/ Asklepios, 1991).
El conocimiento social
es un conocimiento particular con respecto al conocimiento en general, en tanto
que la vida social y sus manifestaciones constituyen tan sólo un sector de la
realidad total, que, además presenta caracteres muy particulares y frente al
cuál el sujeto del conocimiento ocupa una posición muy especial, dado que es un
elemento integrante del mismo objeto del conocimiento, lo que conduce a una
inevitable confusión entre ambos. Esta circunstancia hace difícil el
distanciamiento exigido en la investigación científica, pues el investigador
necesariamente adquiere en su vida social una concepción previa de los
fenómenos sociales que estudia y en los que vive inmerso, aunque también
presenta la ventaja de que la experiencia vivida puede ayudar a la comprensión
de lo que se investiga (Sierra, 1984). El conocimiento científico de la
realidad social es posible cuando aplicamos el método científico, cuando
planteamos problemas de la vida social, anticipamos soluciones y las
contrastamos con la realidad mediante la observación, clasificación, análisis y
explicación de los fenómenos sociales.
La objetividad del
conocimiento, entendida como la correspondencia entre la realidad conocida y el
resultado o producto de ese conocimiento, nunca puede ser total y nunca
dispondremos de una medida exacta del grado en que se logra. Sin embargo,
debido a que normalmente el conocimiento científico supone un proceso de
producción del conocimiento mucho más elaborado y contrastado que otros
conocimientos, es lógico que sea también el que puede proporcionar una garantía
mayor de ser más objetivo, es decir, proporcionar una visión de la realidad más
profunda, completa y estructurada. Lo que debe hacer el científico social es
poner de manifiesto manifiesta lo que cree que es la verdad de lo que trabaja
para intentar lograr la imparcialidad.
Las categorías
descriptivas y explicativas de las Ciencias Sociales son subjetivas, de manera
que estas disciplinas deben trabajar con técnicas de investigación “no
objetivas”. En consecuencia, se sostiene que la creación de una ciencia social
“objetiva” es una esperanza vana, ya que excluir por principio todo vestigio de
interpretación subjetiva y motivadora del estudio de los problemas humanos,
equivale a eliminar de dicho estudio la consideración de todo hecho social
genuino (Nagel, 1961).
La exigencia de una
“neutralidad valorativa” no significa desprenderse de los propios valores sino
que exige atenerse a los hechos y respetarlos, es decir el investigador en
ningún caso puede adulterarlos o falsificarlos por el hecho de que le resulten
molestos o contrarios a sus convicciones. A la larga este modo de proceder es
contraproducente, porque las cosas no dejan de ser como son por mucho que las
disfracemos. En esto consiste fundamentalmente la ética de la investigación
científica (Sierra, 1984).
La dimensión didáctica de las Ciencias Sociales
En lo que se refiere a
los aspectos didácticos, el hecho de que las Ciencias Sociales constituyan un
conjunto de saberes que carecen de una red conceptual jerarquizada
universalmente aceptada, que están sometidos a interpretaciones subjetivas y
que se apartan de los métodos científicos habitualmente utilizados por las
Ciencias Experimentales, no implica que los conocimientos sociales no puedan
ser sistematizados empleando categorías comunes que facilitan el proceso de su
enseñanza - aprendizaje, de modo que cada una de las disciplinas sociales debe
contribuir a la formación de las personas en su dimensión individual y social,
favoreciendo su socialización, la identificación crítica con la comunidad a la
que pertenece, la tolerancia y el respeto a las diferencias, y la comprensión
de la complejidad de las relaciones sociales (Colectivo Aula Sete, 1993).
Cuando hablamos de epistemología de las Ciencias Sociales nos referimos al
conocimiento científico que las personas poseen sobre “lo social”.
La expresión “Ciencias
Sociales” importada del ámbito anglosajón, no obedece a un conjunto
estructurado y unitario de conocimientos, teorías científicas y métodos de
indagación, sino a diversas disciplinas autónomas de tradición muy diferente,
que cubren un campo muy amplio y de perfil impreciso, y la interrelación de las
cuales obedece a su alusión al hombre, a su historia, a su organización social,
a su producción y riqueza, a su número y distribución, a sus ideas y creencias
artísticas, o a su ocupación y organización del espacio (Capel, Luis y Urteaga,
1984; y Capel y Urteaga, 1986).
En este sentido las
ciencias de la educación constituyen un soporte importante que condiciona, pero
nunca subordina, el papel relevante de las distintas disciplinas en los
procesos de enseñanza-aprendizaje. En palabras de Hernández (1995: 11): “Los
métodos o procedimientos estructurantes a utilizar deber ser los que se derivan
de la lógica de las disciplinas referentes. No hay procedimientos pedagógicos
en sí. Hay procedimientos o métodos históricos y geográficos que deben
desarrollarse en el aula, teniendo en cuenta las aportaciones de la Pedagogía y
la Psicología”.
Por consiguiente, “el
intento de reducir las diversas Ciencias Sociales a una única disciplina
escolar resulta difícil porque, si bien son ciencias que se plantean problemas
comunes, no forman hoy un conjunto ordenado y estructurado de conceptos. Los
científicos que trabajan las diversas ramas de las Ciencias Sociales colaboran,
a lo sumo, desde la lógica de sus respectivas disciplinas, en la consideración
de problemas sobre los que convergen sus intereses. Sin embargo, el hecho de
que la empresa resulte difícil no implica que no sea necesario construir un
área de Ciencias Sociales, pero hay que ser consciente de que, científicamente,
plantea problemas no resueltos y de que los intentos de globalización son una
aspiración, una tendencia” (Benejam, 1989: 44).
Los mismos conceptos de
“interdisciplinariedad”, “multidisciplinariedad”, “pluridisciplinariedad” o
“transdisciplinariedad, que frecuentemente se manejan en el ámbito de las
Ciencias Sociales ya presuponen la existencia de “disciplinas”. Eso no
significa, no obstante, que la proyección curricular de las Ciencias Sociales
tenga que adoptar necesariamente una estructura disciplinar a ultranza, y
tampoco que la geografía o la historia -por citar sólo las disciplinas sociales
con mayor tradición en el currículum escolar- corran peligro de disolución o
desdibujamiento en una especie de “cajón de sastre”, “magma globalizador” (Valdeón,
1985), “totum revolutum” (López Ontiveros, 1988) o área “amalgamada e
indefinida” (Arroyo, 1988).
Las Ciencias Sociales
como fundamento de los conocimientos sociales
Los “estudios sociales”
deben constituir un núcleo fundamental de aprendizaje para los niños a lo largo
de su período de escolarización infantil y con posterioridad en la primaria y
secundaria. El enfoque de cara a la humanidad y a sus problemas, a las
instituciones, y la interacción entre los grupos humanos y entre éstos y la
naturaleza, les confiere un papel esencial en la formación intelectual de la
persona (Gross y otros, 1983).
En efecto, “la
comprensión clara y puntual de los fenómenos sociales ha de ser uno de los
objetivos primordiales de la educación. Si queremos contribuir a que existan
individuos libres, autónomos y críticos, es muy importante que entiendan la
sociedad en la que viven en sus distintos aspectos y su propio papel dentro de
ella. Es, pues, enormemente importante que los niños aprendan a entender la
sociedad, a ser capaces de analizar los fenómenos sociales y a verlos con una
visión crítica” (Delval, 1984: 307-308).
Ahora bien ¿Cuáles son
los propósitos concretos de una educación en estudios sociales? A este
respecto, cabe pensar en dos objetivos básicos (Gross y otros, 1983). Por una
parte, preparar a los estudiantes para incorporarse plenamente a una sociedad
democrática. En este sentido, el programa de Ciencias Sociales deberá capacitar
al alumnado para participar activamente en la comunidad a la que pertenece,
tanto en cuanto individuos como en
calidad de miembros de un grupo social. Eso significa que sólo en el caso de
que la institución escolar procure y fomente experiencias de participación
creativa, los alumnos podrán instalarse en la sociedad de forma racional,
crítica y consciente, interviniendo acertadamente en la adopción de aquellas
decisiones que les correspondan cuando sean personas adultas y maduras
(Cárdenas y otros, 1991).
En relación con lo
anterior, la segunda meta de las Ciencias Sociales consiste en ayudar a los
alumnos a tomar las decisiones más racionales que les sea posible con respecto
a aquellas cuestiones cívicas y sociales que se tomen en consideración. Para
eso, el programa de estudios sociales deberá desarrollar en nuestros alumnos la
comprensión de datos, conceptos, generalizaciones y metodología de
investigación correspondientes a las diversas Ciencias Sociales.
Pero además los
estudios sociales también deberán estar interesados en ayudar a los alumnos y
alumnas a adoptar decisiones racionales con respecto a sus propias vidas
personales, lo que supone hacer posible que los escolares se identifiquen con
un conjunto de valores que les faciliten un correcto encauzamiento de sus
experiencias vitales tanto a nivel individual como social.
La Didáctica de las
Ciencias Sociales como área de conocimiento emergente
Los últimos años de la
década de los 70 y el comienzo de los 80 señalan la crisis de la tendencia
eficiente y tecnológica de la enseñanza. Un conjunto de factores de índole
social y política determinan la nueva situación. Así, en los países
occidentales comienza a cuestionarse la posibilidad de un “desarrollismo” sin
limitaciones, y los problemas ambientales y sociales generados por el progreso
agudizan la crisis del papel social de la ciencia.
En el ámbito didáctico
no se disimulan las críticas a los enfoques de investigación
estadístico-cuantitativos que respondían a los modelos proceso-producto,
resaltándose, en contrapartida, los enfoque holísticos y situacionales, así
como la metodología cualitativa y de estudio de casos, a la vez que se
comienzan a valorar los significados construidos por el profesorado como una
variable mediadora en el proceso de enseñanza - aprendizaje. En este sentido,
quizás el cambio más significativo de la década de los 80 fuese la aceptación
del conocimiento y pensamiento de los profesores como área legítima de
investigación, de tal forma que la denominación genérica de “pensamiento del
profesor” hacía referencia a un paradigma de investigación sobre la enseñanza
que permite efectuar una aproximación a la interpretación y explicación de la
compleja vida que ocurre en las aulas.
Las aportaciones de la
nueva epistemología influyen también de manera determinante en la Didáctica de
las Ciencias Sociales. Autores como Kuhn (1962), Toulmin (1972), Feyerabend
(1975) y Lakatos (1978) pusieron en evidencia las limitaciones del positivismo,
abriendo un debate trascendental acerca de la naturaleza de las teorías científicas
y de su carácter relativo y evolutivo, que pone en crisis muchas de las
presunciones del movimiento de reforma del currículum.
Al mismo tiempo, desde
la Psicología del aprendizaje emergen nuevos problemas que trascienden al
ámbito de la Didáctica de las Ciencias Sociales. La crítica al conductismo abre
la posibilidad de una consideración científica del mundo de los significados
personales (Ausubel, 1968; Claxton, 1984). Desde la Psicología cognitiva se
trata de establecer un programa de investigación que tenga en cuenta las
variables internas de los sujetos. Influidos por todo lo anterior y por la
evidencia de las considerables dificultades que tienen los estudiantes para
comprender determinados conceptos, se ponen en marcha una serie de estudios
encaminados a detectar y analizar las concepciones de los alumnos durante el
aprendizaje.
En España, aunque con
retraso, también se vive a lo largo de la pasada década un desarrollo
importante de la Didáctica de las Ciencias Sociales. Entre las más
significativas innovaciones derivadas de la aplicación de la LRU (1983) se
sitúa la inclusión de las Didácticas Específicas (una de ellas, la Didáctica de
las Ciencias Sociales) entre las nuevas áreas de conocimiento definidas en el
Catálogo de Áreas anexo al Real Decreto 1888/1984 (B.O.E. del 26 de octubre).
La institucionalización universitaria de esta área facilitó el establecimiento
de grupos y líneas de investigación más o menos estables, la edición de
revistas relacionadas directa o indirectamente con esta temática y la
realización de congresos periódicos en los que va tomando cuerpo una comunidad
científica incipiente.
En esta situación, la
Didáctica de las Ciencias Sociales puede ser definida como “la disciplina
teórico-práctica que permite al docente encontrar la estrategia y los medios
técnicos necesarios para facilitar el aprendizaje de los conceptos científicos
que explican la actuación del hombre como ser social y su relación con el medio
natural, tanto en el presente como en el pasado” (Martín, 1988: 26). Y en
palabras de Pagés (1993: 128): “La Didáctica de las Ciencias Sociales
tiene un conocimiento específico propio que emana de una práctica -la de
enseñar a enseñar al profesorado de Geografía, Historia y Ciencias Sociales- y
se caracteriza por la existencia de:
a) un
cuerpo teórico -los problemas que plantea la enseñanza y el aprendizaje de las
disciplinas sociales- constituido por teorías, modelos, principios y conceptos;
b) una investigación propia -aunque escasa- en torno a
los problemas de la enseñanza de lo social;
c) una producción literaria variada y
d) una comunidad de personas que reivindican la
pertenencia a esta área de conocimiento y a este campo científico y
profesional”.
Pero la Didáctica de las
Ciencias Sociales sigue siendo una ciencia joven y además en construcción que,
al igual que otras áreas y disciplinas que intervienen en la formación del
profesorado, tiene que afrontar el difícil reto de definir y legitimar una base
sustantiva de conocimientos que le son propios.
La Didáctica de las
Ciencias Sociales para contribuir a la formación de los maestros, necesita
proseguir en la tarea de “...delimitar su ámbito de actuación, definir sus
objetivos, establecer sus métodos y, en definitiva, elaborar el saber teórico y
práctico sin el cual no se puede hacer un servicio a la educación ni ganarse el
respeto de la comunidad científica” (Pagés, 1994: 40).
En definitiva, la
Didáctica de las Ciencias Sociales constituye un área de conocimiento emergente
que forma parte de la Didáctica y que se incluye en el campo más amplio de las
Ciencias de la Educación. Su ámbito de estudio está constituido por el conjunto
de contextos (sistemas) de enseñanza-aprendizaje institucionalizados, en la
medida en que manejan información relacionada con los problemas sociales. Esto
quiere decir que los temas relevantes para la Didáctica lo son también para la
Didáctica de las Ciencias Sociales, y viceversa, pero lo son, en el primero de
los casos, desde una perspectiva mucho más concreta: desde la óptica de
facilitar que los alumnos describan, comprendan y conceptualicen los sistemas
sociales y sus relaciones con el medio natural, y que desarrollen determinadas
capacidades, actitudes y comportamientos en relación con lo anterior (Porlán,
1993).
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