viernes, 9 de julio de 2021

Las estructuras de investigación: el mejor escenario para la formación científica Dr. Felipe Antonio Bastidas Terán

La poca valoración social por la ciencia en nuestros países de América Latina, no solo es un factor que afecta la actitud favorable hacia la investigación, sino que refuerza la idea errónea de percibir la investigación como una actividad de élite, aislada socialmente, poco accesible, inteligible para las mayorías y no pertinente con la vida cotidiana de las personas. Por esta razón, de nada sirve formar en investigación sino se crean las condiciones para que los investigadores e investigadoras noveles desarrollen sus competencias, siendo vital para ello la constitución y sostenimiento de estructuras de investigación como agencias colectivas y de construcción social del conocimiento.  

Todavía está instalado en nuestro inconsciente el arquetipo del científico aislado, y poco pertinente representado con el personaje del patriarca José Arcadio Buendía en “Cien Años de Soledad” (de Gabriel García Márquez), quien, a pesar de tener un carácter volátil, pudo hacer una planimetría de Macondo de tal forma que todas las casas tuvieran la misma distancia del río y, de esta forma, todos lograran recoger agua con el mismo tiempo y esfuerzo. En su madurez José Arcadio Buendía reavivó su actitud por la ciencia, se sumergió en su estudio improvisado con libros científicos atávicos, concluyó por sí mismo la redondez de la Tierra, hecho que los habitantes de Macondo interpretaron como locura, por ende, terminó confinado en el patio trasero de la casa familiar amarrado a un castaño.

Este arquetipo parece tener cierto asidero en la historia y la realidad social de Latinoamérica, tal es el caso registrado por Alejandro Humboldt en su visita a Calabozo (hoy estado Guárico, Venezuela), en 1800, cuando se maravilló al encontrarse con pararrayos, baterías, electrómetros, electróforos, entre otros tecnofactos elaborados por el ingenio autodidacta de Carlos Pozo sin ningún tipo de asistencia técnica. Este personaje histórico no tuvo el destino de José Arcadio Buendía, pues sus inventos fueron apreciados -mas no comprendidos- por los calaboceños de entonces, pero sus aportes perecieron por ser un hecho aislado y por no contar con un soporte colectivo e institucional que le diera perdurabilidad y desarrollo. Y es que justo de esto se trata la ciencia: un capital social innovado de forma sistemática por generaciones de investigadores, por ello, trasciende el tiempo y el espacio para que sus beneficios sean aprovechados por el mayor número posible de personas y comunidades.

En América Latina la agencialidad de la institución científica ha recaído mayoritaria y tradicionalmente en las universidades, tal como ha ocurrido en el resto del mundo moderno. Sin embargo, el carácter burocrático y docentista de muchas de ellas ha obliterado la conformación de estructuras de investigación, y han devenido en agencias formadoras de profesionales en vez de organizaciones inteligentes generadoras y gestoras de conocimiento.

Tanto el arquetipo como el personaje real aquí presentados sirven para comprender por qué a lo largo y ancho de América Latina se han diluido y aún se siguen perdiendo talentos científicos y tecnológicos por no contar con suficientes estructuras de investigación, es decir: institutos, laboratorios, centros, grupos y unidades de investigación que mediante la conformación de equipos de trabajo le den vida y desarrollen líneas de investigación para la  generación de conocimiento con pertinencia e impacto social. El reto es lograr esa organización social de la institución científica en nuestros países mediante agencias que le den soporte colectivo y social a la investigación.

Por otra parte, dentro de las universidades se ha estimulado la investigación desde cursos de metodología de la investigación y mediante la exigencia de un informe de investigación como requisito para lograr la titulación en un programa de pregrado o posgrado. Este esfuerzo ha logrado su cometido al iniciar a muchos profesionales en la investigación, pero son realmente pocos los egresados que se interesan y se mantienen en la actividad científica. Esto en parte ha sucedido porque la investigación, aún dentro de las universidades, se sigue percibiendo como un hecho individual, aislado, una actividad personal para lograr la meta de poder titularse; es decir, que todo el esfuerzo realizado por docentes de metodología y seminarios de investigación, y por los mismos estudiantes, se ven diluidos una vez que se presenta el informe de investigación como requisito de grado. En síntesis, de algún modo se reproduce el arquetipo del científico macondiano.

Lo anterior sucede tanto en las carreras de posgrado hasta el nivel de doctorado, pues la mayoría de las investigaciones realizadas por estudiantes de pregrado, maestrantes y doctorantes se inscriben cuando mucho en líneas de investigación nominales o enunciativas, en otras palabras, no son líneas de investigatigación “activas” a cargo de equipos de trabajo inscritos en alguna unidad, laboratorio o instituto. El binomio línea-estructura de investigación garantiza un avance sistemático del conocimiento pertinente con el contexto social. Este hecho explica por qué los egresados no regresan a las universidades más que para darle continuidad a sus carreras o bien para actualizarse, pero una vez culminados esos estudios, es poca la vinculación con sus otrora casas de estudios. Más dramático es el caso de los programas de doctorado porque les cuesta vincularse con sus egresados, y con esto, les resulta complejo retroalimentarse, innovarse y mantenerse en el tiempo.

En este orden de ideas, son las estructuras de investigación los escenarios viables para la formación en investigación, es decir, tanto para iniciar en investigación como para mantener al mayor número de personas en la actividad científica y otras formas de producción intelectual. Esto es así porque se ha demostrado ampliamente que los investigadores e investigadoras nóveles se sienten más motivados/as si su trabajo final de titulación está vinculado con una estructura de investigación. Lo anterior se explica porque los tesistas tienen la garantía, y por ende la motivación, de que su esfuerzo se verá traducido en una publicación científica y en un aporte para una línea de investigación pertinente con los retos o problemáticas sociales. Dicho de otro modo, hacer una investigación académica vinculada a una estructura de investigación resulta motivante para el/la tesista al tener la certeza que su esfuerzo no solo se archivará como informe de investigación en un repositorio, sino que su trabajo intelectual contribuyó con una línea de investigación con aporte a la sociedad.

Así mismo, la complejidad del proceso de investigación, como actividad eminentemente práctica, necesita que los investigadores o las investigadoras noveles aprendan por imitación y modelaje de tutores, asesores y mentores expertos, quienes mediante equipos de trabajo los integren a proyectos enmarcados en líneas de investigación. Así el proceso metodológico se asume como una construcción social y colaborativa en todas sus fases: desde el arqueo bibliográfico hasta la publicación de los resultados. Este es el mejor antídoto contra el síndrome de TMT (todo menos tesis) y la mejor manera de captar talento para la ciencia.

Los estudios sobre la vivencia de los investigadores y las investigadoras noveles en el proceso de elaboración, presentación y evaluación de trabajos de grado indican que los sentimientos de soledad y desorientación representan los principales factores para que su iniciación en ciencia se torne penosa, traumática, compleja, y con esto, se retarde su meta de titularse. La peor consecuencia de la situación anterior tiene una dimensión social: se genera un rechazo en vez de una actitud favorable hacia la investigación. En consecuencia, la mejor forma para que un investigador o investigadora novel no se sienta en soledad ni desorientado es el desarrollo de una investigación vinculada a una estructura de investigación.

Las estructuras de investigación, no solo sirven para iniciar asertivamente en investigación, sino para mantener a las personas en la actividad científica una vez graduadas. Según mi experiencia muchos egresados o egresadas han culminado su carrera con un trabajo final de investigación innovador y pertinente, pero no tienen apoyo ni orientación para darle continuidad: no hay o son escasas las estructuras de investigación que le den respaldo institucional y social en la generación y desarrollo de sus nuevos proyectos. Sucede lo mismo con los programas de maestría y doctorado, cuyos egresados no tienen a mano esa construcción colectiva del conocimiento que permiten las estructuras de investigación; por el contrario, la respuesta de las universidades se inclina por el docentismo con ofertas de programas posdoctorales…

En un grupo, unidad, laboratorio, centro o bien instituto de investigación los y las investigadores/as noveles encuentran no solo talento humano que los oriente y virtualmente se conviertan en tutores/as o directores/as de su trabajo final de investigación, también encuentran acceso a material bibliográfico (acceso a repositorios y bibliotecas virtuales), equipos, tecnologías y protocolos para generar y divulgar conocimiento, espaciotemporalidad para el estudio, líneas de investigación que orienten sus inquietudes y encaucen sus esfuerzos en un logro mayor construido  de forma conjunta y colectiva con pertinencia social, que es la razón de ser de la ciencia.

Gracias a los actuales estándares internacionales para certificar y validar las universidades como agencias de generación de conocimiento, que en su mayoría le dan relevancia a la producción y publicación científica, algunos países en América Latina, como Chile, Ecuador y Perú, han comenzado a aplicar medidas e incentivos en sus sistemas de educación universitaria para promover la fundación de estructuras de investigación. El reto es, por un lado, mantener esas estructuras y convertirlas en centros que orienten la docencia y la extensión (vinculación con el medio), y, por otro lado, desarrollarlas como polos de atracción de investigadores e investigadoras noveles mediante la financiación de proyectos enmarcados en líneas de investigación con pertinencia social. Todavía falta mucho por recorrer, pero es un buen inicio…

Santiago de Chile, 7 de julio de 2021

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